“El terraplén estaba intransitable. Caía un aguacero y tenías que esperar días para salir. Las zanjas eran tan profundas que ni con el carretón de caballo se podía transitar.
¿Tractores? Los particulares, porque los estatales no se atrevían a entrar”, cuenta Caridad Cobas Hernández quien, por acompañar a su marido, hace tres años se mudó de Vertientes a Guayabito, un batey cerca-no a la comunidad rural de Antón al que se accede por la carretera que conduce al potrero de Jimaguayú, donde cayó Agramonte.
El marabú había minado cada palmo de suelo. Con casi 50 años, Caridad sabe que el amor enfrenta pruebas a diario, pero nunca creyó que las suyas fueran tan habituales. Vio escenas duras: “En Antón falleció una viejita y la ambulancia no pudo entrar. Allí mismo (señala un almacén
que funcionaba como vivienda) murió una compañera y lla-
mamos a la ambulancia.
Estaba el tiempo de agua, si llovía no podían venir. Ya planeábamos sacarla en un carretón cuando llegaron”, evoca Caridad y enseguida habla de las mejoras de los últimos meses. Ya por la vía se puede ir has-
ta en bicicleta, ya hay arados en los campos, ya hay sembrados, ya hay porvenir.
De hecho, dejó su trabajo como pastora de carneros y labora como cocinera. Aquellas historias pertenecen a un pasado que no debe
volver. Para eso han despojado campos y caminos de marabú.
Y como signo del empuje que quieren que tenga la zona aún conocida por la denominación del batey, Guayabito, le han puesto un nuevo nombre a la entidad que allí opera: Unidad Empresarial de Base (UEB) de Autoabastecimiento Máximo Gómez Báez, perteneciente a la Empresa Agroindustrial de Granos Ruta Invasora.